Autoridad y libertad en La casa de Bernarda Alba
“La casa de Bernarda Alba”, obra teatral de tres actos, escrita en 1936 por Federico García Lorca, narra, como bien dijo su autor, el “drama de las mujeres en los pueblos de España”. Es una historia un tanto peculiar, no solo por su naturaleza narrativa en forma de diálogos, sino por cómo está formada la misma. De manera resumida, este relato cuenta la historia de una familia, la cual podriamos definir como una pseudo dictadura. Bernarda Alba, madre de cinco hijas, es la cabeza de la familia y la que manda de manera autoritaria en el caserón, donde, junto a sus dos criadas, sus hijas y su madre, viven juntas. Y es esta autoridad incontestable de Bernarda la que me lleva a reflexionar sobre este tema. Antes de nada, cabe comentar que este libro fue escrito hace 80 años aproximadamente. Si bien 80 años en términos de la historia de la humanidad no son prácticamente nada, sí que resulta una diferencia abismal en cuanto a la progresión como sociedad en todos los aspectos. Para hacernos una idea, en este intérvalo de tiempo (del 1936 al 2016), se ha avanzado más que en los 800 años anteriores a la escritura de este libro.
En todos los aspectos, la actitud de Bernarda Alba con sus hijas es lo más cercano al maltrato psicológico, pero su actitud autoritaria no se limita a ser ejercida sobre sus hijas: su madre y las criadas de la casa tampoco gozan de un trato favorable, especialmente la madre de Bernarda. A lo largo de la obra encontramos muchos ejemplos que ilustran este maltrato: a su hija mayor, Angustias, la golpea con violencia por el simple hecho de asomarse a la puerta para hablar con un chico, a su madre la tiene encerrada en un cuarto de la casa y prácticamente no la deja salir, o a sus criadas, donde después de años y años sirviendo, no admite que le den ningún tipo de consejo o reproche sobre alguna cosa que ha hecho, cuando esas criadas saben sobre ella más que nadie. Los casos no son pocos y se repiten con frecuencia.
Desde mi punto de vista, y aparentemente también desde el punto de vista del autor, esta actitud es más que deleznable, llegándome a repugnar la mayoría del amplio catálogo de acciones opresivas que realiza Bernarda. No veo sentido ninguno a las cosas que hace en su casa ni cómo la organiza. Al principio de la obra, se muestra que su segundo marido ha fallecido y están celebrando una ceremonia en su recuerdo y/u honor. Después de una serie de actos, Bernarda decide imponer un riguroso y asfixiante luto de 8 años de duración. ¿Y qué implica esto? Que sus hijas deberán estar durante todo ese tiempo sin casi poder salir de casa, sin poder ir a ninguna fiesta y aun menos relacionarse con cualquier chico. Teniendo en cuenta que la edad de sus hijas va entre los 20 y los 40 años y ninguna tiene novio, ¿qué sentido tiene retenerlas en casa? Imposibilita a las más jóvenes a disfrutar de su juventud, de disfrutar esa bonita época, y a las más mayores prácticamente arruinas su vida. Angustias, la mayor, después de este luto, tendría entre 47 y 48 años. Claramente no sería vieja, pero con esa edad, los billetes para embarcar al tren del amor son todo menos abundantes. Nadie dice que sea imposible encontrar pareja con casi 50 años y mantener una relación satisfactoria, pero para empezar, impides que sea capaz de tener hijos. Actualmente sí que es posible tener hijos con 50 años, ya que el periodo de fertilidad de la mujer ha ido aumentando al ritmo que se han ido mejorando la calidad de vida de las mujeres. Pero hace 80 años, este periodo era más corto que el de ahora, por lo que es prácticamente imposible que una mujer de esa época tuviera hijos con 50 años. Y si no tienes la suerte de encontrar pareja con 50 años, por culpa de la actitud de Bernarda, Angustias no habría conocido hombre ninguno. ¿Qué persona en su sano juicio se cree tan superior como para ser capaz de manipular hasta esos extremos la vida de una persona?
Un contraargumento a mi opinión podría ser que realmente Bernarda no es mala persona por lo que hace, sino que es una madre sobreprotectora. Podría serlo, pero sería totalmente erróneo. Una cosa es el sobreproteccionismo y otra cosa es lo que hace Bernarda. La sobreprotección es una actitud que se basa en darle más protección a su hijo de la que es realmente necesaria, llegando en algunos casos a ser un poco tóxica para el propio hijo, pero en ningún caso los padres que tienen esta actitud buscan hacer daño o molestar a su hijo, todo lo contrario: con esa actitud buscan lo mejor para su hijo, pese que algunas veces se equivoquen en algún momento. En cambio, Bernarda no sobreprotege a sus hijas, por un sencillo motivo. La sobreprotección se produce porque los padres piensan que su hijo no es lo suficientemente maduro para enfrentarse solo a casi cualquier situación en la vida. Si bien esto depende de que el niño sea más o menos maduro o que los padres tengan una u otra visión sobre la madurez de su hijo, estaremos de acuerdo que con las edades que tienen las hijas de Bernarda, este tipo de actitud no es demasiado posible, por no decir imposible. Sería demasiado sorprendente encontrar un padre que sobreproteja a un hijo de 39 años, la edad de Angustias, aunque sus otras hermanas tampoco se quedan atrás: con 30, 27, 24 y 20 años, creo que todas y cada una de ellas tienen una edad más que suficiente para que los padres que en su día fueron sobreprotectores dejen esa actitud de lado. Además de la más que dudosa posibilidad de que nos encontremos ante un caso de sobreproteccionismo, podemos deducir, por algunas conversaciones que mantiene con Poncia, una de las criadas que trabaja para ella, que se trata nada más y nada menos de egoísmo y egocentrismo. Bernarda cree que no hay nadie en el pueblo que tenga el nivel para estar con alguna de sus hijas. Es egoísta, ya que no deja que sus hijas hagan lo que quieran con quien quieran, no admite que sean libres, y es egocéntrica porque se cree mejor que los demás: al ser sus hijas, son las mejores, y por lo tanto nadie estará a la altura de ellas.
Por suerte este tipo de cosas ya no suceden en las sociedades avanzadas donde tengo la suerte de vivir. Sé que en algunos países en vías de desarrollo esto puede llegar a pasar, ya que la sociedad no ha avanzado tanto como la nuestra, pero comentar esto sería meternos en otros asuntos de los cuales no hemos venido a hablar. Por una parte, me satisface en gran medida que hayamos evolucionado a un punto donde todos somos prácticamente libres, tanto a la hora de actuar como de pensar, pero por la otra pienso que hace tan sólo 80 años había personas que en mi propio país sufrían este maltrato, ya que nadie merece que su vida sea manipulada a voluntad de una persona.