La construcción de la presa en el río Gállego
Pepín se levantó de la cama con mucha parsimonia. Era domingo y según sus primeras impresiones, tenía la sensación de haber dormido media vida. No había ninguna prisa por salir de la cama, allí se estaba cómodo y el tiempo no apremiaba. Cuando decidió dar el paso, sintió como su cuerpo fluía suavemente por el espacio. Dormir tanto tiempo sin duda alguna le sentó más que bien. Se cambió el pijama y se puso ropa, que sin perder un nivel de formalidad decente, le resultaba comodísima. Salió de su habitación y se fue directo al comedor a por el desayuno. Como cada domingo, su padre, Severino Bello, se acercaba a la panadería del barrio a comprarle un bollo de crema que le fascinaba. Consiguió que su padre le comprara semanalmente semejante delicia porque llegaron a un trato: si durante la semana desayunaba una pieza de fruta, el domingo para desayunar recibiría un bollo de crema, pero si incumplía un solo día el trato, no había dulce el domingo. Pepín no falló ni una sola semana desde que llegaron a ese acuerdo, ya que le resultaba tan placentero comerse relajado su bollo… De hecho, al final acabó disfrutando de todos los desayunos, ya que cada pieza de fruta que se comía era un escalón menos de la escalera semanal, cosa que le hacía tremendamente feliz.
Gene
Después de degustar su bollo y un vaso de leche que le resultó especialmente bueno, se fue hacia el despacho de su padre a darle las gracias y los buenos días. En cuanto entró a la sala, se dio cuenta de que su padre estaba trabajando en un proyecto. Él era ingeniero, y esta vez estaba embarcado en diseño de una presa en el río Gállego, uno de los principales afluentes del Ebro. Su padre le estuvo explicando las ideas que había tenido y las diferentes opciones que estaba barajando para que se construyera. A Pepín le encantaban las explicaciones de su padre, ya que él sentía verdadera pasión por su trabajo, y escucharle era todo un espectáculo.
Por algún extraño motivo, a Pepín le fascinó este nuevo proyecto, hasta el punto de que le pidió a su padre algunos de sus esbozos, papel, lápiz y goma, ya que él también quería intentar diseñar una presa al nivel de su padre. Estuvo todo el día entretenido en su habitación pensando e imaginando cómo haría él una presa. La verdad es que el resultado no acabó siendo demasiado bueno, pero su padre le dijo que valoraría sus diseños y estudiaría si introducirlos en el proyecto, cosa que nunca sucedió, pero hicieron que Pepín se fuera a dormir más que contento.