Descripción de Bernarda y Poncia
Al empezar el libro, es normal pensar que Bernarda y Poncia tienen una buena relación, por el simple motivo de que a pesar de ser una criada, la llama siempre por su nombre, a diferencia de la otra mujer, de la cual nunca desvela su nombre. Pero resulta ser un tanto engañosa, ya que a medida que vamos leyendo, nos damos cuenta de que no hay ninguna correspondencia afectuosa ni ningún trato preferencial en comparación con la otra criada. Meramente es un ascenso jerárquico, que viene de los 30 años que Poncia lleva trabajando para ella. Aun así, Bernarda actúa extrañamente con ella, por una parte, le da mucha importancia, ya que tanto tiempo viviendo en la misma casa, crea un vínculo en el cual son compartidos muchos de los secretos de la familia, y Bernarda no estaba dispuesta a que nadie más conociera los problemas que vivían. Es decir, no se descuidaba de ella, pero no por ningún tipo de sentimiento de afecto que sintiera, sino para que se mantuviera siempre callada, y más en aquella sociedad. Pero por otra parte, Bernarda humillaba y degradaba siempre a la criada. Tan solo hacía falta ver que la llamaba “la Poncia”, dando a ver un trato despectivo y burlón.
Una relación en la cual se nota la diferencia de la clase social en la que están situadas las dos mujeres, y que se consume por la envidia y la ira.