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Narración del acto tercero de La casa de Bernarda Alba

Era una noche calurosa de verano, pero eso no impedía a todas las hermanas vestir de negro por orden de Bernarda, la madre. Todas unidas por un lazo de sangre, excepto Angustias, que era hija de otro hombre. Ninguna de sus hermanas quería tener relación con ellas, era la única en parte libre y que podía conocer a un hombre con el que podía contraer matrimonio, este es Pepe el Romano, que tiene enamoradas a otras de sus dos hermanas.

Empezaba la tensión en aquella mesa, Bernarda había invitado a cenar a una amiga suya para mostrarle que su hija mayor se iba a casar. Simplemente le importaba lo que pensaran de puertas para fuera, solo quería llamar la atención de aquella mujer… Le pidió a Angustias que le enseñara el anillo y sin pensárselo dos veces, se lo enseñó. Aquel anillo era de perlas, cosa que significaba tristeza y engaño en aquella época, pero Angustias, cuando la amiga de su madre le dijo esto, mostró una cierta indiferencia y dijo que las cosas habían cambiado. Adela por otra parte comenzó a darle la razón a aquella mujer, que solo quería malmeter en medio de la familia. Al cabo de unos segundos se intentó levantar de la mesa y Bernarda le echó una mirada de lince…, cosa que ella se lo tomó como una orden, una orden que había cazado al instante, ella obedeció y se sentó de nuevo en la silla.

Tras un rato sentadas viviendo más tensión que la del principio y casi sin hablar, Bernarda se levantó, su amiga la siguió y todas las hijas siguieron el paso de Angustias que iba detrás de su madre. Entonces, Bernarda dijo de ir a ver el cuarto de bodas y entonces todas entraron en aquella habitación a raíz de que la madre lo hiciera. Bernarda simplemente quería hacerle ver a aquella mujer lo lujuriosa que podía ser su vida si se lo proponía y que con la herencia que le había quedado del marido podía llegar hacer muchas cosas. No se pensó dos veces lo de gastarse millones de pesetas en la preparación para la noche de bodas de su hija junto a Pepe el romano.Más tarde, la mujer invitada decidió desalojar la casa debido a que sonó una campana, eso le indicaba que ya se le había pasado la hora y que tenía que regresar a su hogar. Cuando esta mujer se fue, dos de las hermana se dirigieron hacia el establo a relajar al caballo, ya que estaba muy nervioso y solo quería salir de allí.Tras llegar al establo se quedaron mirando a las estrellas y Bernarda en la mesa junto a su hija Angustias, se quedó hablando sobre Pepe el romano, Bernarda le dijo que no tenía que preocuparse por el, simplemente casarse y callarse como una perra sumisa, que cada uno haría su parte, él traería el dinero y ella cuidaría de la casa. No tenía que preguntarle de nada, simplemente asentir y hacer lo que pepe el romano dijera.

Angustias estaba preocupada y dijo: Lo siento, madre, pero hay algo que me preocupa de él. Entonces Bernarda le volvió a repetir que no le preguntara nada, que obedeciera y ya, después, al cabo de un rato de charla, le dijo que fuera con sus dos hermanas para crear una buena relación con ellas, que es lo que quería, ya que es lo que ve la gente desde fuera, y eso hizo, se fue con las dos hermanas, pero se dio cuenta de que no le hacían ningún caso.


Esa noche, Pepe el Romano había mentido a su futura prometida, le había dicho que se iba al pueblo con su madre y que aquella noche no podría hablar con ella, más tarde apareció y se encontró con Adela, su otra amante. Martirio lo oyó todo y decidió callarse, simplemente por ese día. Al día siguiente, Poncia advirtió a la madre, a la hija Adela y en sí, a todas las personas que vivían en aquella casa, les advirtió que estaba pasando algo raro, y que la gente de fuera hablaba de lo que estaba ocurriendo, cada día más y más… Sin más rodeos, Bernarda le dijo que no se metiese, que ella lo tenía todo controlado y fue en aquella noche cuando Martirio se cansó de su hermana y decidió gritar a todo pulmón para que llegara Bernarda, y cuando Bernarda descubrió todo aquello que estaba ocurriendo se quedo hecha un cuadro, visto lo visto reaccionó de una manera violenta, e intentó matar a Pepe el Romano con una pistola, fallando el tiro por suerte o por desgracia, pero eso hizo que su hija pequeña, Adela, acabase suicidándose por amor, pero ¡qué más da eso!… Lo que importa son las lenguas, decía ella. Diremos que murió virgen. Bernarda no dejó que derramaran ni una sola lágrima de dolor…

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